¿Qué sería de Vicente Fox si no hubiera protestado contra la elección de gobernador en Guanajuato en aquel 1991?, ¿Existiría como político y los mexicanos hubieran sabido de él si no fuera por sus protestas y la lucha civil que encabezó contra lo que consideraba una elección irregular?, ¿Hubiera llegado a ser gobernador y, posteriormente, Presidente si no hubiera renegado contra el fraude y la manipulación electoral?
La figura política de Vicente Fox nació justamente en las protestas y las impugnaciones electorales. Eso que ahora, tras seis años en el poder, al presidente Fox le parece tan nocivo y lo menciona como lastre para el país, es lo mismo de lo que él se formó y se benefició políticamente. Por eso extraña, indigna, que en una más de sus monumentales imprudencias, el Presidente de todos los mexicanos vuelva a exhibirse en toda su pequeñez y llame "renegados" a quienes están inconformes con el resultado de la elección y, en ejercicio de su derecho legal, recurren a instancias jurídicas para impugnarlo.
Fox no se aguantó y cayó en la provocación de Andrés Manuel López Obrador que lo ha llamado "traidor a la democracia". Pero si ya era imprudente y torpe que el Presidente se subiera al ring , en momentos en que el país vive una tensa disputa por el poder, más grave fue la desafortunada expresión que utilizó Fox para contestarle a López Obrador . Porque, aunque no dijo nombres, como es su costumbre, al llamar "renegado" al perredista, el Presidente vuelve una vez más a tomar partido y da la razón a los argumentos y las denuncias que lo acusan de tener injerencia ilegal en esta elección.
Y si bien todos sabíamos a estas alturas que Fox no es un estadista, sorprende que el Presidente no caiga en la cuenta de que su comentario puede ofender también a los casi 15 millones de mexicanos que votaron por López Obrador, muchos de ellos apoyan el reclamo y la impugnación que busca despejar todas las dudas y transparentar una elección tan cerrada y competida. Pedirle mesura y prudencia a un Presidente que nunca aprendió, es pedirle peras al olmo, pero alguien debiera decirle a Fox que él no gobierna sólo para los 15 millones que votaron por el PAN y por Felipe Calderón.
Vicente Fox sufrió, en seis años de poder, una lamentable metamorfosis que lo hizo mutar del hombre que abanderó el histórico cambio democrático en el 2000, a un penoso remedo de sus antecesores de la era priísta que utilizaban el aparato de Estado para mantener a su partido en el poder. El 1 de diciembre, cuando entregue la banda presidencial y abandone Los Pinos, Fox no sólo será un mutante antidemocrático muy distinto al hombre ingenuo y bien intencionado de seis años antes, será también un político al que el poder envileció y lo hizo cada vez más pequeño, tanto que la Presidencia le quedó grande.
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