México, D.F., 6 de julio (apro).- En su edición especial número 19, del pasado mes de abril, la revista Proceso publicó un reportaje firmado por Rodrigo Vera, titulado “El parricida”, en el que se analiza la trayectoria política de Felipe Calderón Hinojosa, virtual presidente electo, de acuerdo con el cómputo de los 300 distritos electorales del país. A continuación reproducimos partes sustanciales del texto:
“Para que Felipe brille, tiene que matar a su padre político… Tiene que matarme”, comentaba, una y otra vez, Carlos Castillo Peraza, mentor político del joven Felipe Calderón.
Era Felipe su hijo predilecto. Lo conocía desde chico, pues Carlos fue muy amigo de don Luis Calderón, el padre biológico de Felipe y quien le enseñó a dar sus primeros pasos dentro del PAN. Al morir don Luis, Carlos adoptó al chamaco y se encargó de impulsar su carrera política.
La idea del parricidio empezó a obsesionar a Castillo Peraza desde que asumió la presidencia del PAN. Felipe era su secretario general y, por tanto, su brazo derecho al que fue adiestrando para que lo sustituyera en el cargo y luego lo asesinara.
En sus ratos de bohemia, el padre tocaba con destreza la guitarra. Entonaba un largo repertorio de canciones. Melodías desgarradas, amargas. Corridos mexicanos de afrentas y de crímenes. Y Felipe siempre quería escuchar El corrido del hijo desobediente, su canción predilecta.
“Felipe tiene que matarme”, insistía el padre. Y así fue: Castillo Peraza influyó para que, en 1996, Felipe lo relevara en la presidencia del PAN.
Ya transformado en líder nacional del partido, Felipe formó su propia coalición de gobierno, empezó a tomar decisiones propias, acrecentó su liderazgo y, poco a poco, fue relegando a su antiguo mentor hasta matarlo políticamente.
Fue una puñalada certera de la que nunca se repuso el padre, que también aspiraba a ser presidente de México pero tropezó en el camino. Dicen que es de “humanos” no soportar la caída. Y el padre no la aguantó. A partir de entonces, Carlos y Felipe vivieron distanciados. Nunca más se hablaron.
Luego la muerte física se llevó de repente al padre. El hijo le llora. Cuentan que su dolor se debe a que nunca pudo conseguir su perdón. Pero queda el consuelo –dicen— de suponer que la reconciliación se hubiera dado ahora que el hijo logró lo que el padre no pudo; ser el candidato panista a la silla presidencial.
Integrante del grupo político de Castillo Peraza y testigo privilegiado de este parricidio, el diputado del PAN, Germán Martínez, refiere:
“Por la sangre de Felipe corre el gen panista de don Luis Calderón y el gen del realismo y de la operación política de Carlos Castillo, pues pese a que éste fue un destacado intelectual, era además un pragmático de la política que sabía concertar y negociar. Don Luis y Castillo Peraza, quienes fueron muy amigos, le enseñaron mucho a Felipe Calderón.”
--¿Qué enseñanzas obtuvo de Castillo Peraza?
--Le enseñó el carácter, el no rajarse nunca y ser persistente. También el ir a tope con sus convicciones, pues Carlos vivía sus convicciones a plenitud. Él fue el gran maestro, el ideólogo de la transición y quien inventa la práctica del diálogo con el gobierno. Carlos fue el segundo padre de Felipe.
“Varios conceptos que Carlos expresaba se los escucho decir ahora a Felipe. Y mucha de la cultura que éste tiene se la debe a Castillo Peraza, quien le trasmitió su afición por los libros y los viajes. Felipe dejó de ser un provinciano de Morelia porque, de la mano de aquel, conoció el mundo. Sí, Carlos le entregó su visión del mundo”, relata Martínez.
Actual coordinador de la bancada panista en la Cámara de Diputados, Germán Martínez refiere que el grupo político de Castillo Peraza –al que pertenecía él y Felipe-- trabajaba con miras a conseguir la Presidencia de la República:
“Carlos quería ser presidente de México. Trabajaba para eso. Nuestro proyecto era llegar a la Presidencia. Una estación en ese camino era que Carlos obtuviera el Gobierno del Distrito Federal, para de ahí brincar a la Presidencia. Mientras que Felipe relevaría a Carlos en la presidencia del partido. Ese era el plan.”
--¿Castillo Peraza preparó a Felipe para que lo relevara en el PAN?
--Sí, por supuesto. Hay que recordar que cuando Carlos fue presidente del partido su secretario general era Felipe. Castillo Peraza solía decir que era buen presidente porque tenía un buen secretario general. Y adelantaba que, después de él, Felipe sería el líder del partido. En una ocasión, Carlos se fue de viaje a Grecia y Felipe estaba desesperado porque le quedó toda la responsabilidad en la conducción del partido. Aquel, simplemente, lo dejaba que se enseñara a mandar y a tomar decisiones.
Añade Germán Martínez que, ya próximo el relevo en la presidencia del partido, Carlos no quiso reelegirse y se inclinó por Felipe:
“En ese tiempo, algunos pensaban que Ernesto Ruffo era el candidato de Castillo Peraza. Estaban equivocados. Siempre fue Felipe Calderón. Y así se lo dijo Carlos a Gabriel Palomar, cuando éste le fue a pedir su consejo. Y Palomar, que era un panista muy de disciplina, muy a lo militar, presentó luego a Felipe como el candidato a la presidencia del PAN, durante una rueda de prensa.
“Por cierto, Carlos siempre nos decía: ‘Para que Felipe brille, tiene que matar a su padre, tiene que matarme’. Era una frase que nos repitió durante mucho tiempo. Él era el padre político de Felipe. Sabía que, al sustituirlo en el cargo, Felipe estaba obligado a construir su propio liderazgo, a matarlo.”
Lourdes Torreslanda, integrante de una vieja familia panista y tesorera del PAN durante el periodo en que Castillo Peraza fue líder nacional –de 1993 a 1996—, relata:
“Fui tesorera del partido por invitación de Castillo Peraza, con quien trabajaban un grupo de jóvenes como Felipe Calderón, Adrián Fernández, Germán Martínez, José Luis Torres y otros más. Felipe siempre fue el hijo predilecto de Castillo Peraza. Se querían mucho.
“A Carlos Castillo le gustaba mucho cantar y tocar la guitarra. Como buen bohemio yucateco, se sabía un amplio repertorio de canciones, por lo que le decían ‘El cancionero Picot’. A él y a Felipe los llegué a ver alegres. Felipe a veces cantaba. Tiene muy buena voz. Siempre pedía que le tocaran El corrido del hijo desobediente, su canción preferida.
“Recuerdo que cuando ya concluía su periodo como presidente del partido, Carlos no quiso reelegirse para un segundo periodo, pese a que se lo pedían en el partido. Se escogió entonces a Felipe, quien en un principio se negaba, pues era muy joven para llevar a cuestas semejante peso. Nos costó mucho convencerlo. Aceptó por fin. Tenía 33 años cuando asumió la presidencia del PAN.”
Torreslanda, amiga de la familia Calderón y quien conoce a Felipe desde que era niño, agrega que la relación entre éste y Castillo Peraza empezó después a complicarse:
“Al asumir la presidencia del partido, Felipe le dio a Carlos la oficina de asuntos internacionales. Fue difícil para ambos asumir sus nuevos roles. El jefe pasaba a ser subordinado, y el subordinado se convertía en jefe. Sin embargo, los contactos internacionales seguían siendo de Carlos, las personalidades de otros países se dirigían a él. Le estaba haciendo sombra a Felipe.
“Ambos eran de carácter fuerte y muy inteligentes. Ese tipo de personalidades pierden a veces el piso. Se suben a un ladrillo y se marean. A los dos les llegó a pasar esto en algunas ocasiones. De Felipe se dice que es explosivo y hace berrinches. Es porque a veces un asunto se le sale de las manos y no lo puede controlar. Un día te saluda muy efusivo y al día siguiente ni siquiera te ve. Por eso, muchos lo califican de grosero.
“Creo que esto más bien se debe a que se mete mucho en los problemas y anda ensimismado. Es muy analítico. Cuando agarra un asunto, lo desmenuza y se mete a fondo. Lo cierto es que la relación entre ambos ya no fue la misma. Después, en algunos foros, Felipe empezó a hacer declaraciones que no le gustaban a Carlos.”
Germán Martínez señala que, poco a poco, el nuevo presidente del PAN fue construyendo su liderazgo:
“Carlos tenía un enorme liderazgo, era muy brillante; en un día podía armar algo, con un discurso podía ganarse a una convención nacional. Felipe, en cambio, descolla (sic) por el lado de la rutina y la paciencia. Así empezó a tomar sus propias decisiones y a construir una nueva coalición de gobierno.”
Indica que desplazó a algunos destacados “castillistas” que lideraban al PAN en algunos estados del país: como Leonardo Yáñez, en Sonora; Eleazar Cobos, en Coahuila; Enrique Caballero, en Guerrero; César Leal, en Veracruz…
“La pugna estaba ganada por Felipe –refiere--, pues era el nuevo presidente del partido. Todo nuevo líder genera una nueva idea, una nueva manera de hacer las cosas”.
Recuerda un caso concreto que mostró “el declive” del liderazgo de Castillo Peraza:
“La última vez que Carlos habló ante un consejo nacional fue para pedir que el PAN se saliera de la Cocopa (Comisión de Concordia y Pacificación), a la que consideraba una farsa. En ese tiempo yo era miembro de la Cocopa y apoyé la propuesta de Carlos. Fuimos derrotados. El consejo nacional optó por la permanencia en ese organismo para solucionar el conflicto chiapaneco. Y Felipe, como presidente nacional, asumió la postura del consejo”.
Martínez indica que la “ruptura” entre Carlos y Felipe estaba dada: “Felipe, simbólicamente, había terminado por matar a su padre, tal y como éste lo había previsto”.
--Si Castillo Peraza ya sabía que lo matarían, ¿por qué se produce la ruptura personal al momento del parricidio?
--Porque, en lo humano, Castillo Peraza no lo soportó. Es difícil ver ocupar a otra persona el cargo de poder que tú tuviste. Pasa con los alcaldes, los gobernadores, los gerentes de empresa… con todos. Humanamente es difícil.
En 1997, Castillo Peraza se lanza como candidato para el Gobierno del Distrito Federal, siguiendo el plan para conquistar luego la Presidencia de la República. Pero es derrotado por Cuauhtémoc Cárdenas, su rival del PRD.
“Personalmente, hay que decirlo, esa derrota le afectó mucho a Carlos. Después de ella, se fue aislando del partido. Y en esto no tuvo ninguna culpa Felipe Calderón”, aclara Germán Martínez.
--Se dice, sin embargo, que el entonces líder nacional del PAN estaba molesto por la pésima campaña de Carlos, por lo que maniobró para sustituirlo por otro candidato.
--Conozco ese rumor. Pero no lo creo. Carlos seguramente le hubiera comentado a su círculo más privado, al que yo pertenecía, que Felipe intentaba sustituirlo. Nunca nos dijo nada. Las causas de esa derrota no pueden atribuírsele ni a uno ni a otro. Yo se las atribuyo a Diego (Fernández de Cevallos), que tenía la mayor aceptación en el Distrito Federal pero no se aventó.
“Hubo un error de cálculo. Castillo Peraza debió ir más bien a la bancada panista en la Cámara de Diputados, y Diego al Gobierno del Distrito Federal. Ya después, los dos se hubieran peleado por la candidatura a la Presidencia de la República. De esta manera, no hubieran dejado pasar a Vicente Fox, con quien Carlos no llevaba buena relación.”
En 1998, Castillo Peraza renuncia al partido. Y en julio de 2000, es Fox quien gana los comicios presidenciales. En septiembre de ese año y en pleno ocaso político, Castillo Peraza muere repentinamente por causa de un infarto, en Bonn, Alemania.
Germán Martínez cuenta que él fue quien le comunicó a Felipe Calderón la muerte de su padre político:
“A mí me hablaron a las 2:00 de la mañana para decirme que Carlos había muerto. Inmediatamente busqué a Felipe. Lo localicé en la ciudad de Chihuahua, a donde había ido a un homenaje que le hacían a don Luis H. Álvarez. Felipe no pudo decirme nada, sólo lloraba. Ahí había amor. La muerte impidió que se reconciliaran.”
Felipe era entonces diputado. En la sesión de la Cámara del 14 de septiembre, subió a tribuna para hablar sobre su mentor. Señaló que, con su muerte, “México pierde a un filósofo humanista, cuyo talento y aguda inteligencia eran reconocidos en su patria y fuera de ella”.
Lo consideró como “el verdadero ideólogo de la transición política mexicana”. Y remató diciendo: “ha muerto un gran mexicano, un gran escritor, un gran maestro, un gran padre”.
Vicente Fox incluyó a Felipe en su gabinete: lo nombró director de Banobras y después secretario de Energía.
“A Fox le interesaba el respaldo del PAN, pues algunos panistas se sentían extraños a su gobierno. Los cargos que le dio a Felipe fueron más bien pensando en el partido”, asegura Germán Martínez.
Piensa que la reconciliación entre Felipe y Carlos se hubiera dado, al igual que el reencuentro narrado en la parábola bíblica del hijo pródigo:
“Aquí hubiera sido más bien el retorno del padre pródigo: la historia del padre que le enseña mil cosas al hijo, y luego lo deja y se va; pero regresa después para permanecer a su lado.”
--¿En qué momento se hubiera dado la reconciliación?
--Al renunciar Felipe a la Secretaría de Energía y al gabinete foxista. En ese momento. Carlos hubiera aplaudido tal decisión. Y estoy seguro que hoy militaría en la campaña presidencial de Felipe, a quien tanta falta le hace la mente brillante de Castillo Peraza.
Para sus actos de campaña, Felipe se traslada en un autobús al que le hizo pintar la siguiente leyenda: “El hijo desobediente”. Así lo bautizó
“Para que Felipe brille, tiene que matar a su padre político… Tiene que matarme”, comentaba, una y otra vez, Carlos Castillo Peraza, mentor político del joven Felipe Calderón.
Era Felipe su hijo predilecto. Lo conocía desde chico, pues Carlos fue muy amigo de don Luis Calderón, el padre biológico de Felipe y quien le enseñó a dar sus primeros pasos dentro del PAN. Al morir don Luis, Carlos adoptó al chamaco y se encargó de impulsar su carrera política.
La idea del parricidio empezó a obsesionar a Castillo Peraza desde que asumió la presidencia del PAN. Felipe era su secretario general y, por tanto, su brazo derecho al que fue adiestrando para que lo sustituyera en el cargo y luego lo asesinara.
En sus ratos de bohemia, el padre tocaba con destreza la guitarra. Entonaba un largo repertorio de canciones. Melodías desgarradas, amargas. Corridos mexicanos de afrentas y de crímenes. Y Felipe siempre quería escuchar El corrido del hijo desobediente, su canción predilecta.
“Felipe tiene que matarme”, insistía el padre. Y así fue: Castillo Peraza influyó para que, en 1996, Felipe lo relevara en la presidencia del PAN.
Ya transformado en líder nacional del partido, Felipe formó su propia coalición de gobierno, empezó a tomar decisiones propias, acrecentó su liderazgo y, poco a poco, fue relegando a su antiguo mentor hasta matarlo políticamente.
Fue una puñalada certera de la que nunca se repuso el padre, que también aspiraba a ser presidente de México pero tropezó en el camino. Dicen que es de “humanos” no soportar la caída. Y el padre no la aguantó. A partir de entonces, Carlos y Felipe vivieron distanciados. Nunca más se hablaron.
Luego la muerte física se llevó de repente al padre. El hijo le llora. Cuentan que su dolor se debe a que nunca pudo conseguir su perdón. Pero queda el consuelo –dicen— de suponer que la reconciliación se hubiera dado ahora que el hijo logró lo que el padre no pudo; ser el candidato panista a la silla presidencial.
Integrante del grupo político de Castillo Peraza y testigo privilegiado de este parricidio, el diputado del PAN, Germán Martínez, refiere:
“Por la sangre de Felipe corre el gen panista de don Luis Calderón y el gen del realismo y de la operación política de Carlos Castillo, pues pese a que éste fue un destacado intelectual, era además un pragmático de la política que sabía concertar y negociar. Don Luis y Castillo Peraza, quienes fueron muy amigos, le enseñaron mucho a Felipe Calderón.”
--¿Qué enseñanzas obtuvo de Castillo Peraza?
--Le enseñó el carácter, el no rajarse nunca y ser persistente. También el ir a tope con sus convicciones, pues Carlos vivía sus convicciones a plenitud. Él fue el gran maestro, el ideólogo de la transición y quien inventa la práctica del diálogo con el gobierno. Carlos fue el segundo padre de Felipe.
“Varios conceptos que Carlos expresaba se los escucho decir ahora a Felipe. Y mucha de la cultura que éste tiene se la debe a Castillo Peraza, quien le trasmitió su afición por los libros y los viajes. Felipe dejó de ser un provinciano de Morelia porque, de la mano de aquel, conoció el mundo. Sí, Carlos le entregó su visión del mundo”, relata Martínez.
Actual coordinador de la bancada panista en la Cámara de Diputados, Germán Martínez refiere que el grupo político de Castillo Peraza –al que pertenecía él y Felipe-- trabajaba con miras a conseguir la Presidencia de la República:
“Carlos quería ser presidente de México. Trabajaba para eso. Nuestro proyecto era llegar a la Presidencia. Una estación en ese camino era que Carlos obtuviera el Gobierno del Distrito Federal, para de ahí brincar a la Presidencia. Mientras que Felipe relevaría a Carlos en la presidencia del partido. Ese era el plan.”
--¿Castillo Peraza preparó a Felipe para que lo relevara en el PAN?
--Sí, por supuesto. Hay que recordar que cuando Carlos fue presidente del partido su secretario general era Felipe. Castillo Peraza solía decir que era buen presidente porque tenía un buen secretario general. Y adelantaba que, después de él, Felipe sería el líder del partido. En una ocasión, Carlos se fue de viaje a Grecia y Felipe estaba desesperado porque le quedó toda la responsabilidad en la conducción del partido. Aquel, simplemente, lo dejaba que se enseñara a mandar y a tomar decisiones.
Añade Germán Martínez que, ya próximo el relevo en la presidencia del partido, Carlos no quiso reelegirse y se inclinó por Felipe:
“En ese tiempo, algunos pensaban que Ernesto Ruffo era el candidato de Castillo Peraza. Estaban equivocados. Siempre fue Felipe Calderón. Y así se lo dijo Carlos a Gabriel Palomar, cuando éste le fue a pedir su consejo. Y Palomar, que era un panista muy de disciplina, muy a lo militar, presentó luego a Felipe como el candidato a la presidencia del PAN, durante una rueda de prensa.
“Por cierto, Carlos siempre nos decía: ‘Para que Felipe brille, tiene que matar a su padre, tiene que matarme’. Era una frase que nos repitió durante mucho tiempo. Él era el padre político de Felipe. Sabía que, al sustituirlo en el cargo, Felipe estaba obligado a construir su propio liderazgo, a matarlo.”
Lourdes Torreslanda, integrante de una vieja familia panista y tesorera del PAN durante el periodo en que Castillo Peraza fue líder nacional –de 1993 a 1996—, relata:
“Fui tesorera del partido por invitación de Castillo Peraza, con quien trabajaban un grupo de jóvenes como Felipe Calderón, Adrián Fernández, Germán Martínez, José Luis Torres y otros más. Felipe siempre fue el hijo predilecto de Castillo Peraza. Se querían mucho.
“A Carlos Castillo le gustaba mucho cantar y tocar la guitarra. Como buen bohemio yucateco, se sabía un amplio repertorio de canciones, por lo que le decían ‘El cancionero Picot’. A él y a Felipe los llegué a ver alegres. Felipe a veces cantaba. Tiene muy buena voz. Siempre pedía que le tocaran El corrido del hijo desobediente, su canción preferida.
“Recuerdo que cuando ya concluía su periodo como presidente del partido, Carlos no quiso reelegirse para un segundo periodo, pese a que se lo pedían en el partido. Se escogió entonces a Felipe, quien en un principio se negaba, pues era muy joven para llevar a cuestas semejante peso. Nos costó mucho convencerlo. Aceptó por fin. Tenía 33 años cuando asumió la presidencia del PAN.”
Torreslanda, amiga de la familia Calderón y quien conoce a Felipe desde que era niño, agrega que la relación entre éste y Castillo Peraza empezó después a complicarse:
“Al asumir la presidencia del partido, Felipe le dio a Carlos la oficina de asuntos internacionales. Fue difícil para ambos asumir sus nuevos roles. El jefe pasaba a ser subordinado, y el subordinado se convertía en jefe. Sin embargo, los contactos internacionales seguían siendo de Carlos, las personalidades de otros países se dirigían a él. Le estaba haciendo sombra a Felipe.
“Ambos eran de carácter fuerte y muy inteligentes. Ese tipo de personalidades pierden a veces el piso. Se suben a un ladrillo y se marean. A los dos les llegó a pasar esto en algunas ocasiones. De Felipe se dice que es explosivo y hace berrinches. Es porque a veces un asunto se le sale de las manos y no lo puede controlar. Un día te saluda muy efusivo y al día siguiente ni siquiera te ve. Por eso, muchos lo califican de grosero.
“Creo que esto más bien se debe a que se mete mucho en los problemas y anda ensimismado. Es muy analítico. Cuando agarra un asunto, lo desmenuza y se mete a fondo. Lo cierto es que la relación entre ambos ya no fue la misma. Después, en algunos foros, Felipe empezó a hacer declaraciones que no le gustaban a Carlos.”
Germán Martínez señala que, poco a poco, el nuevo presidente del PAN fue construyendo su liderazgo:
“Carlos tenía un enorme liderazgo, era muy brillante; en un día podía armar algo, con un discurso podía ganarse a una convención nacional. Felipe, en cambio, descolla (sic) por el lado de la rutina y la paciencia. Así empezó a tomar sus propias decisiones y a construir una nueva coalición de gobierno.”
Indica que desplazó a algunos destacados “castillistas” que lideraban al PAN en algunos estados del país: como Leonardo Yáñez, en Sonora; Eleazar Cobos, en Coahuila; Enrique Caballero, en Guerrero; César Leal, en Veracruz…
“La pugna estaba ganada por Felipe –refiere--, pues era el nuevo presidente del partido. Todo nuevo líder genera una nueva idea, una nueva manera de hacer las cosas”.
Recuerda un caso concreto que mostró “el declive” del liderazgo de Castillo Peraza:
“La última vez que Carlos habló ante un consejo nacional fue para pedir que el PAN se saliera de la Cocopa (Comisión de Concordia y Pacificación), a la que consideraba una farsa. En ese tiempo yo era miembro de la Cocopa y apoyé la propuesta de Carlos. Fuimos derrotados. El consejo nacional optó por la permanencia en ese organismo para solucionar el conflicto chiapaneco. Y Felipe, como presidente nacional, asumió la postura del consejo”.
Martínez indica que la “ruptura” entre Carlos y Felipe estaba dada: “Felipe, simbólicamente, había terminado por matar a su padre, tal y como éste lo había previsto”.
--Si Castillo Peraza ya sabía que lo matarían, ¿por qué se produce la ruptura personal al momento del parricidio?
--Porque, en lo humano, Castillo Peraza no lo soportó. Es difícil ver ocupar a otra persona el cargo de poder que tú tuviste. Pasa con los alcaldes, los gobernadores, los gerentes de empresa… con todos. Humanamente es difícil.
En 1997, Castillo Peraza se lanza como candidato para el Gobierno del Distrito Federal, siguiendo el plan para conquistar luego la Presidencia de la República. Pero es derrotado por Cuauhtémoc Cárdenas, su rival del PRD.
“Personalmente, hay que decirlo, esa derrota le afectó mucho a Carlos. Después de ella, se fue aislando del partido. Y en esto no tuvo ninguna culpa Felipe Calderón”, aclara Germán Martínez.
--Se dice, sin embargo, que el entonces líder nacional del PAN estaba molesto por la pésima campaña de Carlos, por lo que maniobró para sustituirlo por otro candidato.
--Conozco ese rumor. Pero no lo creo. Carlos seguramente le hubiera comentado a su círculo más privado, al que yo pertenecía, que Felipe intentaba sustituirlo. Nunca nos dijo nada. Las causas de esa derrota no pueden atribuírsele ni a uno ni a otro. Yo se las atribuyo a Diego (Fernández de Cevallos), que tenía la mayor aceptación en el Distrito Federal pero no se aventó.
“Hubo un error de cálculo. Castillo Peraza debió ir más bien a la bancada panista en la Cámara de Diputados, y Diego al Gobierno del Distrito Federal. Ya después, los dos se hubieran peleado por la candidatura a la Presidencia de la República. De esta manera, no hubieran dejado pasar a Vicente Fox, con quien Carlos no llevaba buena relación.”
En 1998, Castillo Peraza renuncia al partido. Y en julio de 2000, es Fox quien gana los comicios presidenciales. En septiembre de ese año y en pleno ocaso político, Castillo Peraza muere repentinamente por causa de un infarto, en Bonn, Alemania.
Germán Martínez cuenta que él fue quien le comunicó a Felipe Calderón la muerte de su padre político:
“A mí me hablaron a las 2:00 de la mañana para decirme que Carlos había muerto. Inmediatamente busqué a Felipe. Lo localicé en la ciudad de Chihuahua, a donde había ido a un homenaje que le hacían a don Luis H. Álvarez. Felipe no pudo decirme nada, sólo lloraba. Ahí había amor. La muerte impidió que se reconciliaran.”
Felipe era entonces diputado. En la sesión de la Cámara del 14 de septiembre, subió a tribuna para hablar sobre su mentor. Señaló que, con su muerte, “México pierde a un filósofo humanista, cuyo talento y aguda inteligencia eran reconocidos en su patria y fuera de ella”.
Lo consideró como “el verdadero ideólogo de la transición política mexicana”. Y remató diciendo: “ha muerto un gran mexicano, un gran escritor, un gran maestro, un gran padre”.
Vicente Fox incluyó a Felipe en su gabinete: lo nombró director de Banobras y después secretario de Energía.
“A Fox le interesaba el respaldo del PAN, pues algunos panistas se sentían extraños a su gobierno. Los cargos que le dio a Felipe fueron más bien pensando en el partido”, asegura Germán Martínez.
Piensa que la reconciliación entre Felipe y Carlos se hubiera dado, al igual que el reencuentro narrado en la parábola bíblica del hijo pródigo:
“Aquí hubiera sido más bien el retorno del padre pródigo: la historia del padre que le enseña mil cosas al hijo, y luego lo deja y se va; pero regresa después para permanecer a su lado.”
--¿En qué momento se hubiera dado la reconciliación?
--Al renunciar Felipe a la Secretaría de Energía y al gabinete foxista. En ese momento. Carlos hubiera aplaudido tal decisión. Y estoy seguro que hoy militaría en la campaña presidencial de Felipe, a quien tanta falta le hace la mente brillante de Castillo Peraza.
Para sus actos de campaña, Felipe se traslada en un autobús al que le hizo pintar la siguiente leyenda: “El hijo desobediente”. Así lo bautizó
No hay comentarios.:
Publicar un comentario