¿Qué se piensan? ¿Qué pueden engañarnos? ¿Que de pronto perderemos la memoria? Comienza a ser difícil, debo confesarlo, soportar la retórica supuestamente pacifista de Vicente Fox y Felipe Calderón. Uno, burlándose de nuevo de la institución presidencial, se rasga las vestiduras hablando contra la violencia; otro, en el colmo de la imprudencia y la soberbia, incita a sus correligionarios a “pintar el país de blanco”. Siguen, los dos, el libreto escrito por sus publicistas, dan continuidad a la campaña del miedo, sometiendo al país a tensiones extraordinarias, haciéndolo rehén de unos charlatanes —sus mercadólogos de cabecera— que al invocar la violencia la hacen peligrosamente posible. Con sus actos, sus provocaciones, Fox y Calderón sólo fomentan lo que dicen aborrecer.
A la derecha el miedo, el chantaje, la paranoia, le han resultado siempre políticamente rentables. Los regímenes dictatoriales se levantan sobre los mismos cimientos. La violencia, sobre todo la social, el peligro inminente de la misma, justifica la mano dura. La intolerancia y la cerrazón exigen, necesitan la existencia de “enemigos del orden establecido”, de “renegados”. Cuando no existen los inventan y a punta de estas invenciones los van creando de veras y van abriendo así profundas heridas que luego tardan décadas en cicatrizar. De cuándo acá pues pueden considerarse, ellos, sobre todo ellos, Fox y Calderón, guardianes de la paz en México.
Histéricos, se suman a la misma cantinela, locutores de radio y televisión. Ya no entrevistan, interrogan. Ya no informan, no cuentan los hechos; los magnifican, los interpretan a su antojo, los transforman para que encajen en el marco de la paranoia colectiva, la que ellos mismos cultivan y promueven.
Nada más sagrado que la paz, nada más contrario a su preservación que utilizarla, propagandísticamente, para linchar a un adversario, para descalificar sus actos de legitima defensa, para tratar de apurar una imposición que sembraría en el país la semilla de la discordia.
Reivindico mi derecho y el de millones de compatriotas a la resistencia civil pacífica. Reivindico mi derecho y el de millones de compatriotas a exigir que se cuente voto por voto, casilla por casilla. Reivindico mi derecho a no quitar el dedo del renglón, a no rendirme, a no conformarme, a no ser avasallado por el poder mediático que está empeñado, urgido, en dar carpetazo a un proceso electoral sobre el que se cierne la sombra de la duda. Reivindico mi derecho y el de millones de compatriotas a no aceptar y a no olvidar los ilícitos de Fox y Calderón que volvieron sucio e inequitativo el proceso electoral. Reivindico mi derecho a señalar, a decir a voz de cuello, que si Felipe Calderón gana, lo que está aun por verse, habrá ganado a la mala.
Ni ha quedado atrás, ni deberá ser olvidada la intervención ilegal del gobierno federal, del Presidente, a favor del candidato panista. Tampoco los excesos en sus gastos de campaña que rebasan con mucho los topes establecidos por la ley. Menos todavía la intromisión también ilegal de organismos empresariales y organizaciones fantasmas ligadas al PAN que en la televisión gastaron otros cientos de millones de pesos. Ni ha quedado atrás, ni deberá ser olvidada la campaña del miedo basada en la calumnia y la mentira. Tampoco las torpezas, omisiones y complicidades del gobierno en los distintos conflictos sociales que marcaron el proceso electoral. Pueden Ugalde y los consejeros del IFE, que no tuvieron el valor y el patriotismo para actuar como verdaderos árbitros de la contienda, que toleraron la comisión de estos delitos —porque se trata de delitos que deben ser castigados— sufrir una repentina y conveniente amnesia. Nosotros no. La sola duda sobre la legitimidad de un gobierno conduce al caos que tanto dicen querer evitar.
A la derecha el miedo, el chantaje, la paranoia, le han resultado siempre políticamente rentables. Los regímenes dictatoriales se levantan sobre los mismos cimientos. La violencia, sobre todo la social, el peligro inminente de la misma, justifica la mano dura. La intolerancia y la cerrazón exigen, necesitan la existencia de “enemigos del orden establecido”, de “renegados”. Cuando no existen los inventan y a punta de estas invenciones los van creando de veras y van abriendo así profundas heridas que luego tardan décadas en cicatrizar. De cuándo acá pues pueden considerarse, ellos, sobre todo ellos, Fox y Calderón, guardianes de la paz en México.
Histéricos, se suman a la misma cantinela, locutores de radio y televisión. Ya no entrevistan, interrogan. Ya no informan, no cuentan los hechos; los magnifican, los interpretan a su antojo, los transforman para que encajen en el marco de la paranoia colectiva, la que ellos mismos cultivan y promueven.
Nada más sagrado que la paz, nada más contrario a su preservación que utilizarla, propagandísticamente, para linchar a un adversario, para descalificar sus actos de legitima defensa, para tratar de apurar una imposición que sembraría en el país la semilla de la discordia.
Reivindico mi derecho y el de millones de compatriotas a la resistencia civil pacífica. Reivindico mi derecho y el de millones de compatriotas a exigir que se cuente voto por voto, casilla por casilla. Reivindico mi derecho a no quitar el dedo del renglón, a no rendirme, a no conformarme, a no ser avasallado por el poder mediático que está empeñado, urgido, en dar carpetazo a un proceso electoral sobre el que se cierne la sombra de la duda. Reivindico mi derecho y el de millones de compatriotas a no aceptar y a no olvidar los ilícitos de Fox y Calderón que volvieron sucio e inequitativo el proceso electoral. Reivindico mi derecho a señalar, a decir a voz de cuello, que si Felipe Calderón gana, lo que está aun por verse, habrá ganado a la mala.
Ni ha quedado atrás, ni deberá ser olvidada la intervención ilegal del gobierno federal, del Presidente, a favor del candidato panista. Tampoco los excesos en sus gastos de campaña que rebasan con mucho los topes establecidos por la ley. Menos todavía la intromisión también ilegal de organismos empresariales y organizaciones fantasmas ligadas al PAN que en la televisión gastaron otros cientos de millones de pesos. Ni ha quedado atrás, ni deberá ser olvidada la campaña del miedo basada en la calumnia y la mentira. Tampoco las torpezas, omisiones y complicidades del gobierno en los distintos conflictos sociales que marcaron el proceso electoral. Pueden Ugalde y los consejeros del IFE, que no tuvieron el valor y el patriotismo para actuar como verdaderos árbitros de la contienda, que toleraron la comisión de estos delitos —porque se trata de delitos que deben ser castigados— sufrir una repentina y conveniente amnesia. Nosotros no. La sola duda sobre la legitimidad de un gobierno conduce al caos que tanto dicen querer evitar.
Pese a lo que digan Fox y Calderón defender mis derechos, como lo hacen otros muchos, no me convierte en un agitador, un acarreado, un renegado. Ni busco, ni deseo la violencia, al contrario, mi anhelo más profundo —viví, sufrí la guerra, la conozco— es que la paz reine en nuestro país y que sean los hijos quienes entierren a los padres y no los padres a los hijos. Yo con la paz no juego, no me atrevo a manosearla como ellos.
Por más que en su cruzada “pinten el país de blanco” no borrarán sus delitos electorales. Se empeñan en buscar culpables del clima de crispación que vivimos. Bastaría conque se miraran al espejo
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